Cine y Propaganda: 09/21/12

En 1903 Edwin S. Poter rodó Asalto y robo de un tren, el film que a la postre sería considerado el primer western y también la primera cinta en incorporar ciertos elementos narrativos en su realización de futura trascendencia cinematográfica. El western, cuya raíz principal se encontraba en lo más genuino del folklore americano, pronto se convertiría en un importante velador del enraizado espíritu de conquista de esta nación. En origen, las novelas de 10 centavos, que habían destacado desde el siglo anterior por su voluntad de extender entre la población la leyenda de los más afamados frontier man y de todo tipo de personajes de pistola fáci, fueron su fuente de inspiración.

EL CABALLO DE HIERRO

The iron horse, USA 1924

Programa de mano troquelado

Hasta la llegada de las dos grandes primeras producciones, La caravana de Oregón (1923) y El caballo de hierro (1924), de James Cruze y John Ford, respectivamente, el género había sido calificado por sus propios defensores --en la supuesta escala de los valores cinematográficos--, con nota baja. Esta desvalorización lo era más por la simplicidad de sus guiones y puesta en escena, que por cuestiones de aceptación popular. Durante muchos años el western fue considerado el complemento ideal de cualquier función doble. El cine trataba de recuperar terreno frente al teatro, y los salones reservaban sus cabeceras de cartel a proyecciones supuestamente más nobles e ilustradas. Corrían tiempos de preferencias histórico-literarias, y la principal y única pretensión del western era la de entretener, aparte de que hacía ya dos décadas que estaba de actualidad.

En España --al igual que sucediera con el resto del cine norteamericano, excepción hecha del género cómico-- las películas de vaqueros hicieron su aparición hacia 1920. Es curioso comprobar cómo los catálogos publicitarios que las casas productoras y distribuidoras dirigían a las salas en esos años, por lo general, situaban los “dramas de la pradera” --como eran señalados-- en el último renglón de su oferta, sin prestarles mayor atención. Siendo justo habría que decir que esta falta de apoyo al western no fue del todo generalista; hubo ejemplos contrarios, con las figuras de ciertos caballistas resaltadas de manera notoria: Tom Mix y Ken Maynard, especialmente. Al margen de esos cantos de sirena, lo verdaderamente cierto es que durante muchos años el género fue tachado de producto menor, como prueba el hecho de que infinidad de producciones entre 1920 y 1935 no fuesen acompañadas de objeto promocional alguno.

Novela con el guión de la película

Ediciones Bistagne, años 40

El western no se hizo mayor hasta la aparición de John Wayne montado en una diligencia. Eso sucedía en 1939, con John Ford de maestro de ceremonias de una película que cambiaría el curso de la historia de este multigéneros que fue el cine del oeste. Junto a Ford, se alinearían en adelante directores de la talla de Howard Hawks, Henry Hataway, William Willer, John Sturger, William Welman, Anthony Man, Raoul Walsh, etc. Si olvidar a los ocasionales Fred Zinnemann y George Stevens. Ni por supuesto a San Peckinpah, Sergio Leone y Clint Eastwood.

He aquí los carteles producidos en España de algunos de títulos más emblemáticos del género: